sábado, 15 de agosto de 2009

El sol estaba a todo lo que da

Mis pies están llenos de arena, mi vista puesta al mar y el sol está a todo lo que da.
Con una toalla puesta en la playa me siento bajo el cielo azul. Observo en las alturas
como una gaviota emprende el vuelo y la pierdo hasta que toca el suelo. Estoy solo,
muy solo. El viento me da uno que otro escalofrío y tu recuerdo es cada vez mas sombrío.
La verdad no sé que hago aquí, a mí ni siquiera me gusta la playa y no se hable de la
arena que tanto me desagrada. A mi mente vienen los recuerdos de este lugar, pues
todos los pasé contigo. Nunca habría venido a esta parte del bello Cancún si no hubiera
sido por tan obstinada insistencia. A penas llegábamos y corrías por todas partes, te
quitabas la ropa y antes de que pudiera decir: "Sentémonos en alguna sombra" tu ya
estabas nadando en el mar. Recuerdo tu sonrisa, tu bella y enorme sonrisa y lo feliz
que eras al venir aquí, es tal vez por eso que hoy me hallo aquí, en la playa, para quizás
ver en una cara tu sonrisa y la alegría que tanto te caracterizaba. Con el sonido del
mar me llegan nuestras voces en una formidable plática, llegaban también los cariños
que nos hacíamos e incluso mis oídos llegan a escuchar tu "Te amo" en cada ola que
rompe con la orilla del mar. Estoy a punto de partir a otra ciudad y de pronto me dieron
unas ganas locas de venir aquí, a tu lugar, a tu espacio, a este auténtico encuentro
contigo, respirar en la brisa tu perfume y ver en el sol los mechones güeros de tu pelo
como tu los llamas. Dos pelícanos vuelan sobre mí y siguen su camino por la orilla de
la playa, como tú, como yo. Aunque son caminos distintos y ciudades diferentes yo te
llevo conmigo y sé que tú me llevas contigo, como cuando agarrados de la mano mojábamos
nuestros pies entre la playa y el mar para por fin podernos marchar. Este era justamente
el momento que mas amaba... "El atardecer". Cuando el cielo vestía de gala y con mil
colores en él. Mientras el estar entre tus brazos era el camino abierto para llegar a la
gloria. La marea sube y el viento se vuelve más frío. Con un arcoiris se ilumina mi rostro
y una nube negra que veo venir me da las fuerzas necesarias para vivir. Es hora de
marcharme, recojo tus recuerdos esparcidos en la arena blanca y los guardo muy dentro
de mí. El sol por fin ha bajado mi vista ha declinado a otra parte y mis pies en el suelo
hacen méritos para retratarte.

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