sábado, 15 de agosto de 2009

Nueva ciudad... nueva vida

La mañana es oscura, el aire frío y no existe ya rastro de mi bello Cancún.

Son las seis treinta del día y emprendo el viaje a mi lugar de estudios. Aunque no quiera, el encontrarme en esta ciudad me llena un poco de inseguridad. Veo ojos sospechosos, sombras y ruidos por los cuales exaltarme. Voy rápido, muy rápido, y mientras bajo las escaleras del pasaje que me lleva al metro Chapultepec por la linea rosa, mi mente hace un recuento de los acontecimientos presentados en estas dos semanas. Después de haber bajado del avión, me hallo con clima nuevo, personas nuevas, lugar nuevo, casa nueva, ambiente nuevo. A veces me siento un poco torpe al no aprenderme las calles y perderme hasta en mi propia y nueva escuela. Paso la seguridad y tomo el metro que me lleva a la siguiente estación "Juanacatlán". A pesar de ser tan criticada esta atareada capital, la quiero; me gusta y me hace sentir bien. Creo que es algo un poco extraño sentirme como en casa cuando no se ni la calle donde vivo, supongo que debe ser eso que algunos llaman: "sentido de pertenencia", pues regreso al lugar de donde soy, con su clima, con sus tardes tristes y nubladas, con sus ruidosas noches y sus traficadas mañanas. Regreso a mis sueños... ¡Vivir en el Distrito Federal! Por un momento olvido la calle por donde tengo que salir del metro pero después de unos breves instantes doy con mi paradero y camino hacia la escuela. A veces pienso si fue lo mejor venirme para acá, abandonar mi familia, a mis amigos, las compañías de Teatro, mi seguridad y todo lo que implicaba vivir en ese paraíso tropical. Francamente siempre contesto lo mismo: "Se que hice lo mejor y aunque todo es nuevo para mí, aunque añore lo que ya tenía, estoy seguro que explotaré estas pasiones que dentro de mi por siempre contenía". De pronto un guardia me ayuda a pasar la puerta de la escuela. Paso inadvertido entre los estudiantes y me dirijo hacia el salón de clases, y mientras subo las escaleras un suspiro dentro de mí me hace recordar que vine para emprender el vuelo y aunque aún no paso de los dos metros, sé que estoy en el camino correcto. Es hora de sentarme, guardar silencio y poner atención, pues la clase está por comenzar.

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